Y allí estaba, sentada frente al ordenador sin saber muy bien que hacer, escuchando la música de la calle que atravesaba forzosamente los cristales del balcón.
Se preparó un café descafeinado con mucha espuma e intentó organizar su día, sensación por sensación, momento por momento...
"Numeritis", así es como le llaman los residentes a la sensación de angustia que genera el haber obtenido un buen número en el examen MIR y obligarte inconscientemente a elegir una especialidad "de las buenas"... ¿Cómo vas a dejar pasar la oportunidad de hacer Cardiología en el Hospital de la Paz, neurocirugía o dermatología?... Has sacado un buen número, no te conformes con ser Médico de Familia o Internista... Mejor hacer una quirúrgica!! Da igual que nunca te haya gustado estar bajo el calor insoportable de los focos del quirófano o que te marees con la sangre... Tienes buen número, no basta con hacer lo que te guste.
Hoy Sofía había descubierto que ese síntoma, síndrome o problema parece ser que no sólo lo tienen los residentes; sino también los jefes de servicio.
Hoy su jefe la había menospreciado, a ella y a su coR (compañera de año de residencia que elige tu misma especialidad). Eran buenas residentes, se esforzaban y hacían bien su trabajo. Eso para su jefe no era suficiente. Si tu número es "normal" y por normal entiéndase entre los 3000 primeros en lugar de entre los 100 primeros, entonces para el "Gran jefe" eres un residente mediocre que no merece ser tenido en cuenta en muchas de las cosas que se llevan a cabo en el Servicio.
21.30h pm. Parecía que la urgencia iba a estar tranquila, había partido de fútbol. Y así fue, estuvo tranquila pero los que vinieron estaban malos de verdad.
Sofía ya había solucionado el problema con la abuelita cuyo tratamiento había sido prestarle un poco de su atención, regalarle 10 minutos de su día y decirle lo guapa que estaba. Había ingresado a Adrían, un chaval de 24 años en la planta de Infecciosas por sospecha de mononucleosis habiendo soportado la ignorancia de su novia que se negaba a creer que pudiese ser esa entidad ya que "ella no tenía la enfermedad del beso y su novio no le podía haber puesto los cuernos". También solucinó la insuficiencia cardiaca del turno, la neumonía del abuelito que poca solución tenía (salvo esperar el pronóstico fatal ingresado en la planta) y sólo estaba pendiente de unos resultados de un paciente de 59 años que había venido por dolor de cabeza.
Era hora de cenar... En urgencias el tiempo es oro, si tienes tiempo en ese instante tienes que ir a cenar. Puede que ya no vuelvas a tener ese ratito en toda la guardia...
Se dirigió al ascensor junto con sus otros compañeros de guardia y se cruzó con su paciente
- Dra... Van a tardar mucho los resultados?. Es que me sigue doliendo, tengo naúseas y no consigo ver las cosas con claridad.-
Sofía miró el ascensor y a sus compañeros y decidió dar media vuelta... Sólo era un paciente más. Si lo resolvía podría ir a cenar "limpia" para el siguiente turno.
No era lo que esperaba encontrarse, no era una simple migraña. Los resultados no mienten... El TC mostraba una inmensa masa que ocupaba prácticamente la totalidad del hemisferio derecho del cerebro... esa era la responsable de ese inmenso dolor de cabeza, de las náuseas, de la visión borrosa. Ahí no acababa la cosa... La Rx tórax que Sofía había pedido por protocolo tampoco estaba limpia. Había una masa también en el pulmón.
Manuel había venido por tercera vez consecutiva en 15 días por dolor de cabeza. Había dejado de fumar su paquete diario desde hacia 8 años. Iba a ser abuelo.
No había vuelta atrás, no era de aquellos casos dudosos. Esta vez las pruebas confirmaban que Manuel tenía una masa pulmonar que se había extendido a la cabeza. Sofía sabía que en cuanto saliese del despacho y se dirigiese a Manuel iba a sentenciarle para siempre. No se lo esperaba. Sí, era residente de segundo año, se suponía que a estas alturas ya estaba acostumbrada a dar malas noticias. Se supone que los médicos son inmunes a las malas noticias. Se supone que hasta hacen bromas sobre la muerte. Se supone...
Sofía cogió aire fuertemente. De repente ya no tenía ganas de ir a cenar. Salió por la puerta de pediatría para evitar encontrarse con los pacientes del área de medicina interna, para evitar encontrarse con Manuel y con su esposa.
Sacó 60 céntimos del bolsillo del pijama y los echó a la máquina de cafés. Esta vez tuvo suerte, seguía quedando su café preferido. Lo agarró con ganas y salió a la calle unos minutos.
Era primavera, la luna estaba llena y allí todo estaba silencioso. Tomó un sorbo de aquel café, sabor avellana. Le dio un par de vueltas con el palito de plástico, tomo otro sorbo y volvió a coger aire con fuerza ansiando respirar vida...
Era primavera, la luna estaba llena y allí todo estaba silencioso. Tomó un sorbo de aquel café, sabor avellana. Le dio un par de vueltas con el palito de plástico, tomo otro sorbo y volvió a coger aire con fuerza ansiando respirar vida...
Ya eran las 22.30h de la noche. Sofía sabía que en el momento en que atravesase las puertas de la urgencia, la vida de Manuel cambiaría para siempre.
- Manuel... Ya han salido los resultados.-
- Dígame, doctora; ¿Sólo era un dolor de cabeza más fuerte de los habituales, verdad? ¿Podré marcharme pronto?-
- Manuel, tiene usted unos ojos verdes muy bonitos, llenos de vida... ¿Nunca se lo han dicho?.-
Buena suerte, señor de ojos verdes...
Dicen que a todo te acostumbras.
Quizás, algún día Sofía pueda acostumbrarse al abrazo cálido que te da una esposa después de que sentencies el futuro de su marido, a ver unos ojos verdes llorar, a pactar un acuerdo con la muerte.
La guardia fue mala. Mañana será otro día.
Sofía vale, y mucho. Quizás su jefe se de cuenta algún día.
Café, sabor avellana, mezcla de dulce y amargo.