Sin maquillaje.
Y así es cómo me descubro una vez más sobre lo que siento. Desnuda. Desnudos
los ojos, desnudos los labios, desnudas las mejillas. Sin máscara (de rímel) ni
filtro embellecedor.
Y así, con cuentos que dibujan mi mundo; ese en el que sigo sobreviviendo a
duras penas tras la lucha de monstruos y dragones (de mi día a día interior),
te diré por qué te quiero.
Érase una vez un alma imprevisible con la que podía hacer lo imposible.
Un alma de la que me enamoraron sus gustos, sus manías, sus sueños, sus
pasiones y hasta sus propios etcéteras.
Con ella aprendí a iniciar líneas paralelas acompañadas de ángulos rectos transformados
en cuadrados que se convertían en círculos (a veces demasiado viciosos) pero
interminables, fusionándose en un infinito. En un sempiterno.
Me enamoré porque esa alma sabía sorprenderme, y de igual manera, yo
aprendí a soprenderla.
Me enseñó a vencer mis miedos, a luchar por mis sueños y me acompañó en
noches infinitas entre libros y fluorescentes, entre lágrimas y pañuelos de
papel sobre el salpicadero de un coche.
Me enseñó a luchar. Me enseñó a formar a equipo y a ganar.
Supo ser mi “dreamcatcher” y darme paz en las noches de lluvia, en los
momentos en los que todo se venía abajo.
Hubo momentos duros. Los sigue habiendo a día de hoy.
Errores, que algunos pensarán imperdonables. Sin embargo, ¿no es el perdón
una de las formas más sinceras de amar?
Te quiero por ser de los que corren girando en sentido contrario a la
tierra, corriendo a la izquierda cuándo todos van corriendo hacia la derecha. Te
quiero por ser huracán y dejarme bailar en tu interior.
Te quiero por ser escalofrío. Por escalar mi espalda con tus labios y
chocarte con cada una de mis curvas. Desde la primera vez. Mi primera vez.
Nuestra primera vez.
Te quiero porque has conseguido que Romeo y Julieta sea un cuento para
niños al lado de nuestra historia.
Te quiero porque eres puro desorden en termodinámica, y sin embargo cuánto
más desordenado es tu baile, más tiendes tú a la cuasiperfección. Porque eres
entropía.
Te quiero porque en toda mi puñetera vida, nunca he deseado que me mirase
alguien tanto como aún deseo que lo hagas tú.
Te quiero, porque a pesar de ser un rompecorazones aceptaste una vez
recomponer mi rompecabezas aún a riesgo de romperte la tuya (nota al lector:
esta es una frase en potencia. Un deseo. Un haría lo imposible por ello)
Te quiero porque aún a pesar de todo, sabes enseñarme a amar todo aquello
que desconozco, vuelcas mi mundo y añades latidos a mi corazón. Y la vida son
eso, latidos.
Te quiero porque sé que puedes ser cada día mejor. Y casi siempre haces
mejores a los que están tu lado.
Te quiero por ser marcapasos que marca el ritmo de mi sístole y diástole. Por
ser la taquicardia sinusal que le da sentido a mi vida y ser capaz de
mantenerme en pausa sin llegar a provocarme una taquicardia ventricular
(todavía) y acabar conmigo.
Te quiero por hacer que me guste más follarme tu seso que tu sexo.
Te quiero por ser el único capaz de generarme todas estas emociones.
Por ser el único por quién recorrería el mundo entero si hiciese falta. Y
lo sabes.
Te quiero porque me quiero (aunque te quiero a ti más de lo que me quiero a
mí) y porque sé que alguien así no se encuentra dos veces en la vida. Y no
quiero perder algo así. No quiero perderte. No quiero vivir sin eso. No quiero
vivir sin ti. No quiero perdernos.
Te quiero.
Tanto te quiero que estaría siempre a tu lado, te ayudaría a arreglarte y a
que fueras feliz. Aún a sabiendas que ese riesgo podría reducirme a mí a cenizas.
Te quiero, porque sería capaz de esperar a que te recompusieras y después
te tejería unas alas. Y aunque muy probablemente echarías a volar con esas
alas, al menos yo te habría ayudado a ser feliz. Y eso, para mi es suficiente.
No es lo que me gustaría, porque querría más, pero el verte feliz y el poder haber contribuido a ello, me haría a mí un poquito más feliz.
Y es que no sé cómo más decirte que te espero, que estoy para ti siempre
que lo necesites, y también cuándo no. Sé estar. Y no estar. Y es que me pienso
quedar después del huracán, cuándo sólo queden cimientos. Y ayudar a
reconstruirlos si quieres que yo esté a tu lado. Que te regalo mi corazón y mi
tiempo, que es lo único valioso que tengo. Y por eso también te quiero. Porque
sólo por ti haría algo así.
No quiero que tengas miedo a perdernos. Eso ya lo tengo yo, y con uno de los dos sobra. Yo me voy a perder en ti siempre
que me dejes. Y voy a encontrarme contigo.
Te quiero porque eres mi punto de partido. Es posible que desde hace algún
tiempo, haya desarrollado cierta tolerancia (que no tendencia) a la tristeza,
pero tú eres mi punto de inflexión, mis cambios de sentido, mi puerto en calma
y mi puerto de partida. Eres mi punto de partido. Porque ganándote, me he
ganado a mi.
Podría seguir escribiéndote porqués infinitos. Unos tras otros. Podría
llenar folios de frases no siempre conexas unas con otras pero sí con mucho
sentido… pero quizás no se trata tanto de cantidad sino de calidad, como todo
en esta vida. Como tú, porque tú, con tus manías, tus errores, tu inteligencia
y tu ingenio y genuidad, eres mucha calidad.
Podría seguir escibiéndote, pero quizás llegue el momento de decirte que
VOY A APOSTAR POR TI; PORQUE TE ADORO.
Pero también te diré que aunque podría estar siempre apostando por ti sin
recibir nada a cambio, debo, por mi supervivencia poner un límite. Porque si no
lo hago, a pesar de mi capacidad de aguante, creo que me derrumbaré y dejaré de
ser yo misma, para siempre.
Yo misma. Con mis cosas buenas, con las malas y las peores. Con mis
triunfos y con mis fracasos. Con mi sonrisa de diente roto. Con mis rizos. Con
mis manos. Con mi corazón, que late fuerte por ti. Esa soy yo. Me conoces mejor
que nadie. Y soy así, sin papel bonito de envoltorio. Sin relleno. Así, sin
nada más. Cómo me conoces. Con cosas de las que enorgullecerse por estar a mi
lado y otras muchas para esconderme. Soy oscuridad y luz al mismo tiempo. Y tú ya conoces lo peor de mí. Quizás aún te quede lo mejor por conocer. Pero no habrá más sorpresas.
Bien, pues me he dado cuenta de que llega un momento en que alguien viene y
nos saca una sonrisa, de esas que no teníamos pensadas sacar a relucir a lo
largo de un día de mierda, y nos alimentamos de eso para seguir. Para seguir
con todas las cosas cotidianas que ocupan más tiempo que lo importante y que lo
que nos llena (aunque… ¿qué es lo que nos llena? ¿qué es lo que te llena?...
porque creo que ahí está en fondo del problema de esta situación que nos
ocupa).
¿Y sabes una cosa? Que, aunque no lo parezca, no lo estamos haciendo tan
mal… Somos nosotros mismos la ley de atracción universal para las cosas buenas (o
no tan buenas) que nos pasan, y es que lo único en lo que conspira el universo
es en ponerte a ti contra mí.
Todo sale bien, y todo sale mal; pero de lo más importante que tenemos que
ocuparnos es de que no salgan las cosas a medias, porque no hay nada peor que
no saber el resultado final de algo. Y por esto mismo que te cuento he decidido
que VOY A APOSTAR POR TI. POR MÍ. POR NOSOTROS.
Porque creo que juntos somos el mejor final
de cualquier principio y un best-seller de lo que está entre el principio y el
final, porque creo que somos sempiternos (sí, esa palabra que has descubierto
hoy día 10 de Octubre de 2018 a las 20.25h).
Así que no te preocupes, que todo
pasa (eso dicen los sabios, aunque a veces parece que no…). Desde luego espero
que todo pase, todo menos tú. Espero que te quedes mucho tiempo, pero que te
vayas si al final te cansas. Que te vayas en busca de aquello que te haga
feliz, pero que no me arrastres si crees que yo no puedo darte esa felicidad… Y
has de saber, que cuándo ya no puedas más, podemos acabar el invierno en 3
besos que lo derritan todo (y digo 3 porque parece que los números pares han
dejado de darme suerte).
Te quiero, te quiero porque te digo esto. Porque no me lo callo. Porque te recuerdo que hay que
ser feliz en el camino, no al final.
Y que si tú quieres, yo me quedo a
buscarlo contigo, a hacer ese camino nuestro. Y estoy convencida de que
conseguiríamos ser felices, conseguiríamos esa ambición de dar sentido a
nuestras vidas… pero también te digo que hay que ser felices durante el
recorrido y no al final. Así que si en ese “durante” yo no puedo ayudarte, te
coseré esas alas de las que tanto te he hablado, porque aun sabiendo que te
irás cuándo las termine, no soporto verte sin volar.
TE AMO.
ByMSS
-SEMPITERNO-

